Entrevista a la investigadora del grupo Edul@b
¿Cuál es tu formación académica?
Estudié psicología en la Universidad de Buenos Aires y me acerqué a las ciencias de la comunicación con la intervención psicológica en contextos de aprendizaje organizacional y en procesos de transformación en ámbitos sociales. Me interesa el aprendizaje del individuo como un aspecto fundamental de emancipación y como una capacidad de adquirir más grados de libertad a partir del conocimiento.
Me fui a Italia en 2003 a la Universidad Ca’ Foscari de Venecia con un grupo de investigación que trabajaba en ciencias de la educación y en procesos de formación de adultos. Realicé un máster que trataba de capacitación y procesos de desarrollo organizacional. Posteriormente trabajé en un proyecto internacional con América Latina y comencé un doctorado sobre procesos de construcción de la identidad profesional global y la influencia de la tecnología. En ese proceso conocí el aprendizaje en línea (e-learning) como herramienta para la formación de adultos en contextos profesionales y sociales, y fue así como comencé una larga historia de amor con este.
¿En qué consiste tu trayectoria investigadora?
Como investigadora me centré en procesos de construcción de la identidad en ambientes digitales, abriéndome a las tecnologías educativas en la formación y el aprendizaje adulto. En la época en la que comencé como investigadora se comentaba la personalización de ambientes de aprendizaje, de las comunidades de la práctica en línea y del aprendizaje digital. Se experimentaba con una serie de dispositivos para analizar el impacto en los procesos formativos a partir de plataformas de sistema de gestión de aprendizaje (learning management system, LMS) y del web 2.0, un conjunto de herramientas que podían usarse libremente. Más tarde entraron en escena las redes sociales.
Eran años de utopía, en los que las tecnologías digitales y educativas se veían como un instrumento para el acceso, la emancipación, la colaboración y el desarrollo del potencial humano sin precedentes. Sin embargo, actualmente se está hablando de la esclavitud de los datos (data slavery), dado que se considera que la falta de alfabetización respecto a esos datos puede impedirnos usar lo que generamos digitalmente como individuos. Datos resultados de tecnologías que median nuestras experiencias cotidianas, desde servicios a los que accedemos al trabajo. Esta mediación se incrementa con la inteligencia artificial, como los algoritmos, que orientan nuestras elecciones de vida.
¿Por qué has escogido la UOC?
Me interesó la UOC porque siempre he trabajado en dos líneas: por un lado, en procesos de aprendizaje adulto sobre la alfabetización en medios digitales, y por el otro, en la reflexión metodológica sobre las tecnologías educativas y las ciencias de la educación. Trabajando en la Universidad de Trento contacté con Albert Sangrà, con quien me acerqué al grupo de investigación en educación y TIC Edul@b. Me atrajo la UOC por ser una universidad completamente en línea con una propuesta muy innovadora y abierta, así como por su gran trayectoria en la inclusión y educación de adultos. Me pareció un gran laboratorio para trabajar mis intereses de investigación.
¿En qué consiste tu investigación financiada por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades a través del programa Ramón y Cajal?
Albert Sangrà y yo queremos focalizar este proyecto en los académicos y en la datificación como un fenómeno emergente. Los académicos tienen una práctica profesional de impacto profundo en la sociedad en cuanto a la difusión de la información con datos abiertos y respecto a la reflexión sobre el uso de los datos en los procesos de aprendizaje de sus estudiantes. El proyecto durará cinco años: hay una primera fase exploratoria, de comprensión de cómo se utilizan los datos en la tarea académica; luego, hay una segunda fase para comprender las prácticas que permiten realizar una transformación y empoderar a los académicos en su relación con los estudiantes como sujetos de cambio; y, por último, está prevista una tercera fase de desarrollo de instrumentos para el aprendizaje y la formación continua, lo que técnicamente se denomina faculty development.
¿Qué se puede hacer frente a la esclavitud de los datos que comentabas?
El fenómeno de los datos requiere un nuevo proceso de alfabetización desde la escuela primaria. Si nos planteamos preguntas como, por ejemplo, «¿qué es un algoritmo?», nos damos cuenta de que antes de entender la matemática del algoritmo hay que comprender también su trasfondo social. Cuando se usan algoritmos para orientar servicios sociales, alguien decide la prioridad de los sujetos para otorgar un servicio. Esto mismo sucede con las analíticas de aprendizaje: cuando realizo un dashboard, que es un sistema de visualización de los datos sobre un proceso de aprendizaje, estoy tomando a priori una decisión de tipo pedagógica sobre qué es lo que ese alumno o ese docente tiene que ver de sus datos. Es por ello que los conceptos de la datificación tienen que ser entendidos y se está reflexionando sobre su impacto desde la educación básica. Dentro de estos conceptos, hay una parte técnica que tiene que ver con la estadística, la elaboración y la visualización. También hay una parte gráfica de narración con datos (data storytelling), que se refiere a la creatividad relacionada con el uso de los datos y del periodismo de datos. Pero, sobre todo, existe un aspecto crítico, que tiene antecedentes en estudios de los años sesenta del siglo pasado. Los procesos tecnológicos no son naturales, siempre existe una base social, de control y de poder que está dando forma a la materialidad tecnológica de los datos. Es este aspecto crítico lo que estoy investigando; por eso proponemos empezar desde los académicos, pues tienen incidencia en los estudiantes y pueden generar procesos de activación en cascada para que lleguen a varios ámbitos de la sociedad.
Es decir, debemos tomar más conciencia sobre el uso que se hace de nuestros datos.
Hay que tomar conciencia de ello por medio de la educación, ya que es la única disciplina social que se centra en la ingeniería de los procesos de cambio, porque trabaja desde la psicología del aprendizaje del individuo hasta los procesos institucionales y los objetivos de transformación social. Todos estos aspectos se unen mediante el diseño, eligiendo los mejores métodos para el avance del alumno. La educación es una ciencia compleja, multidisciplinaria y en construcción, y por eso propongo que entre de lleno en los procesos de datificación.
Las analíticas de aprendizaje son un fenómeno emergente para aplicar algoritmos en la selección de los datos recuperados a partir de plataformas de aprendizaje. Otro ejemplo son las redes sociales, que también utilizan los algoritmos para generar visualizaciones.
Hay que alfabetizar a la población en el análisis de datos. Una buena iniciativa es la de la Universidad de Edimburgo, que abrió un espacio dedicado a la reflexión de los tipos de datos que se utilizan para tomar decisiones y, a partir de un proceso participativo, decidir cómo se usan y por qué.
Es decir, que se pone más énfasis en la cuestión tecnológica que en la cuestión social.
Exacto. Hay un informe de la Comisión Europea del 2016 sobre las analíticas de aprendizaje que revela que hay diversas propuestas de modelos de sistema de visualización de algoritmos de lectura y de datos generados en procesos de aprendizaje, pero hay poca reflexión sobre los aspectos críticos de las tecnologías y pocas políticas de ámbito institucional, sobre todo en el nivel escolar y universitario. Un ejemplo del impacto de la datificación en la educación es la predicción del fracaso de un alumno, caso en el que no solo se trata de una estadística, sino también de una decisión pedagógica sobre cómo el docente le apoyará. La tecnología también detectará qué comportamientos supondrán un éxito para el alumno según sus datos.