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Sumérgete en la ciencia con el proyecto CUIDAR

15/11/2017
Israel Rodríguez Giralt
La participación como herramienta para construir resiliencia en niños y jóvenes ante situaciones de desastre

Tiempo de lectura: 10 minutos.

Este ciclo lo ofrecen investigadores, comunicadores científicos y personal docente que trabajan conjuntamente para acercarte a la ciencia. El ciclo Sumérgete en la Semana de la Ciencia, que llevan a cabo investigadores de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), combina la experiencia en línea de la UOC con los actos fuera de línea organizados por la Semana de la Ciencia con el objetivo de crear una experiencia de lectura lenta en línea. En la Semana de la Ciencia 2017, compartiremos conocimiento científico sobre aprendizaje en línea, salud en línea, humanidades digitales y TIC en ciencias sociales. Hoy destacamos la investigación sobre la participación en situaciónes de desastre para niños y jóvenes con el proyecto CUIDAR financiado por Horizon 2020 de la Unión Europea.

Niños y jóvenes no se identifican con el actual enfoque paternalista de la protección civil. Los niños y jóvenes piden hoy ser ciudadanos en mayúsculas: participar, ser activos, colaborar...

Esta frase resume la intervención que el 19 de octubre pasado hizo, en el marco de las jornadas finales del proyecto CUIDAR, un destacado responsable de protección civil de la Generalitat de Catalunya. La frase encapsula bien el tipo de trabajo e impacto que promueve el proyecto CUIDAR (H2020) en la Administración y entre los profesionales encargados de los servicios y sistemas de protección civil a escala europea. Arraigado en los principios del Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres de las Naciones Unidas, el proyecto CUIDAR promueve la participación como herramienta para reforzar la resiliencia de niños y jóvenes ante situaciones de desastre y permitir a los equipos de intervención satisfacer las necesidades de estos de una manera más eficaz.

Infancia, participación y desastres

Los desastres son cada vez más frecuentes y complejos, no solo por sus causas, generalmente una compleja combinación de factores naturales, sociales y culturales, sino también por la cantidad y diversidad de actores y estrategias que es necesario implicar y coordinar para hacerles frente. A eso hay que sumar la propia diversidad de reacciones y comportamientos de la población afectada (por razón de clase, edad, género, etnia, etc.) y los efectos que tienen los desastres en la(s) cultura(s) de los distintos grupos afectados.

Sin embargo, esa complejidad cultural y sociológica raramente es tenida en cuenta desde el marco político y organizativo. Las políticas, marcos legales y planes de emergencia tienden habitualmente a homogeneizar la población y a soslayar las particularidades de los distintos grupos y personas afectadas. La situación es particularmente flagrante en el caso de niños, niñas y jóvenes. Estos constituyen uno de los colectivos más afectados en situación de desastre, y, en parte, como demuestra la literatura, eso se debe a que su voz y agencia son sistemáticamente obviadas. La consideración generalizada de niños y jóvenes como un grupo social pasivo, vulnerable, incluso problemático para la gestión de emergencias, dificulta que podamos verlos como actores sociales con conocimientos, ideas y capacidades para la gestión de desastres. En este contexto, el proyecto CUIDAR busca comprender más y mejor las experiencias de niños y jóvenes ante situaciones de desastres, identificando sus ideas, necesidades y propuestas para darlas a conocer a profesionales y responsables políticos, y fomentar una cultura más participativa en el ámbito de la protección civil. 

Una revisión comparada de gestión de desastres orientados a niños y jóvenes

TEl proyecto CUIDAR se inició a mediados de 2015 con una revisión comparada de las políticas, planes y prácticas de gestión de desastres orientados a niños y jóvenes en cada uno de los países participantes. A grandes rasgos, este trabajo nos permitió ver que el interés por esta cuestión en Europa es aún incipiente, sobre todo comparado con países como Nueva Zelanda, Australia, Estados Unidos o Japón. Si bien hemos encontrado interesantes ejemplos participativos, la mayoría de iniciativas que hemos analizado son de corte escolar y educativo y priorizan una educación en emergencias y desastres basada en el punto de vista de expertos y profesionales. Hay en general un escaso despliegue legislativo y administrativo para asegurar una mayor implicación y participación de niños y jóvenes en la gestión y prevención de este tipo de situaciones. También constatamos un conocimiento escaso de los derechos de la infancia y de los marcos que regulan y promueven una mayor participación de este grupo social. En general, la cultura, conocimientos y prioridades adultos formatean la participación infantil y juvenil, algo que dificulta que la voz y agencia de este colectivo puedan ser recogidas de manera significativa. Para mejorar esta situación, entre otras cuestiones, es importante dar la vuelta a la imagen de niños y jóvenes como una población homogénea, pasiva y desvalida ante el impacto de un desastre. 

Esto es precisamente lo que el proyecto CUIDAR ha tratado de hacer en las siguientes fases del proyecto: articular y visibilizar la diversidad, las capacidades y la agencia de niños y jóvenes ante situaciones de desastre. Primero, fomentando el diálogo con niños y jóvenes de los distintos países mediante talleres que han durado meses y en los que hemos trabajado de modo participativo y experiencial sus derechos, así como sus conocimientos, percepciones y necesidades ante situaciones de desastre y riesgo. Posteriormente, hemos organizado actividades de aprendizaje mutuo con profesionales y expertos con el objetivo de intercambiar mutuamente ideas, experiencias y conocimientos. Y finalmente, hemos organizado una jornada de sensibilización y comunicación en la que niños y jóvenes, junto con los investigadores de CUIDAR, han compartido los principales aprendizajes, resultados y propuestas surgidos de todo este proceso. El proyecto finalizará a mediados de 2018 con una conferencia final en Lisboa en la que se expondrán los resultados comparados de los distintos países participantes y se dará a conocer el marco europeo de recomendaciones para la colaboración entre profesionales, niños y jóvenes en la gestión de desastres.

El caso español

En el caso español, el trabajo de campo se ha desarrollado en cuatro localizaciones diferentes: Barcelona, Gandesa, Sant Celoni y Lorca por su proximidad a determinados riesgos. Durante este proceso hemos comprobado que los niños y jóvenes desconocen sus derechos, en particular el artículo 12 de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, referente al derecho de los niños a la opinión, a ser escuchados y a ser tomados en serio. Por la naturaleza participativa del proyecto, en cada territorio se han acabado explorando riesgos y desastres diferentes y han llegado a demandas y propuestas también diversas, a pesar de tener algunos puntos en común. Los párrafos siguientes adelantan algunos de los resultados más relevantes.

Mapa participativo de riesgos de Ciutat Meridiana

Emociones

Un aspecto transversal que aparece casi en todos los casos que hemos documentado, y también en muchos de los otros escenarios internacionales del proyecto CUIDAR, es la importancia de afectos y emociones en la vivencia, la comprensión de los desastres por parte de niños y jóvenes.

No tenemos información de qué hacer ni adónde ir si estamos en casa o en la calle en caso de un terremoto porque hay una falta de educación emocional. (Joven de Lorca, 17 años.)

Aunque las emociones y los afectos no son siempre inmediatamente reconocidos por profesionales, padres y adultos en general, estos ejercen un papel fundamental en la construcción de sentido, en la percepción de riesgo, en la producción de autonomía y toma de decisiones en niños y jóvenes (REF). Afectos y emociones son para ellos un modo primordial de dar sentido, individual y colectivamente, a un desastre. Atender y trabajar esta dimensión es, por tanto, algo vital para todos los que trabajan en protección civil y buscan de algún modo una mayor implicación de niños y jóvenes. Es en este contexto también en el que hay que entender la importancia de utilizar mapas, juegos o expresiones creativas como dibujos, canciones, escritos, etc. en el trabajo y las dinámicas de participación y aprendizaje con niños y jóvenes. Estas herramientas y producciones nos permiten involucrar emocionalmente a este colectivo en la gestión de desastres y comprender mejor sus imaginarios, experiencias, necesidades y propuestas. Para niños y jóvenes, las emociones y los sentimientos son factores clave para comprenderse y prepararse y actuar en un desastre. Y para cuidar a otros en un desastre. Para ellos, el conocer, reconocer y controlar lo emocional está íntimamente ligado con tener autocontrol, percepción de seguridad y autonomía. 

Autoprotección

Otro aspecto destacable para nuestros protagonistas es la necesidad de pensar y repensar la autoprotección. Se entiende como autoprotección el sistema de acciones y medidas encaminadas a prevenir y controlar los riesgos sobre las personas y los bienes, a dar respuesta adecuada a las posibles situaciones de emergencia y a garantizar la integración de estas actuaciones con el sistema público de protección civil. En especial, niños y jóvenes sitúan como clave la necesidad de tener programas de información y planes de emergencia más adaptados a sus necesidades, edad o cultura. Por ejemplo, consideran que los más pequeños, pero también los más adolescentes, quedan a menudo fuera de los programas, algo que hemos podido corroborar en el proyecto CUIDAR. En este estudio se constata que la mayoría de programas y acciones de gestión de desastres orientados a niños y jóvenes cubre sobre todo edades que van de los ocho a los quince años.

También parece relevante la variable de género. Como muestra la literatura, el género es una variable importante a la hora de explicar la vivencia de los desastres, a la hora de definir roles o expectativas de niños, niñas y jóvenes. Sin embargo, dicha variable se visibiliza y trabaja poco en niños y jóvenes. Y lo mismo sucede con otras diversidades que niños y jóvenes señalan como importantes. Por ejemplo, la diversidad lingüística, cultural y religiosa. O la diversidad funcional, también muy presente en los mapas participativos elaborados por nuestros protagonistas. Niños y jóvenes nos han hablado de la importancia de atender a movilidades, valores, culturas y religiones distintas. A la necesidad de tenerlos en cuenta a la hora de diseñar la autoprotección y de pensarlos como fuente de conocimiento y enriquecimiento para nuestras sociedades.

Autoprotección en espacios públicos

Por último, niños y jóvenes señalan también la importancia de trabajar la autoprotección en espacios que están más allá de la escuela o del espacio doméstico. La calle, la plaza, el espacio público en general han sido señalados como espacios importantes para ellos. Espacios de juego y relación, de aprendizaje y disfrute para los que a menudo no hay planes de autoprotección y donde la influencia y supervisión de los adultos es significativamente menor. Esto es especialmente importante para los adolescentes, quienes piden con más insistencia herramientas y formación para saber cómo gestionar emergencias y riesgos en estos espacios, sin que eso implique necesariamente renunciar a una autonomía, a unas dinámicas, a una organización entre pares que consideran importante mantener. Estas propuestas sin duda plantean retos nuevos para la autoprotección, retos que apuntan a la necesidad de trabajar de un modo más colaborativo con niños y jóvenes que quieren tener un rol activo y hacerse corresponsables de la gestión de su seguridad y de la de sus comunidades. Concluyendo, es importante que los niños y jóvenes contrarresten la imagen monolítica y estereotípica que generalmente se tiene de ellos como un grupo homogéneo. Es importante ver y reconocer, en lo relativo a autoprotección y planes de emergencia, las muchas infancias y diversidades que contiene este grupo social. 

Communicación

Finalmente, otro aspecto a destacar es la centralidad que tiene para niños y jóvenes el hecho comunicativo. Dan mucha importancia a comunicar y explicar bien los riesgos. Se preocupan también por la calidad y certeza de las informaciones, por la necesidad de combatir rumores y por cómo hacer llegar mensajes a segmentos de la población que pueden quedar fuera de ciertos canales y redes de comunicación, en especial los niños más pequeños y las personas mayores. Esta preocupación va acompañada, además, de una voluntad clara de participar y tener un rol más activo, a ratos central, en este despliegue informativo y comunicativo.

Especialmente los adolescentes se perciben como un colectivo particularmente capacitado para ayudar y mejorar la comunicación en situaciones de emergencia y desastres. Ya sea contribuyendo a explicar riesgos a otros niños y adultos, diseñando campañas de concienciación, repensando materiales de autoprotección y planes de emergencia, fomentando y conduciendo espacios de apoyo mutuo o teniendo un papel activo en las redes sociales que más utilizan, especialmente YouTube e Instagram. Este marcado interés y perfil comunicativo de niños y jóvenes debe ser a nuestro entender un interesante punto de partida para profesionales de la salud (practitioners) y responsables de políticas (policy makers), puesto que permite pensar el modelo de resiliencia basado en una productiva interacción entre tecnologías, comunicación y jóvenes con ganas de participar.

En definitiva

Lo que subraya el proyecto es que la participación es una herramienta muy eficaz para construir resiliencia individual y colectivamente en niños y jóvenes. Involucrar emocionalmente, informativamente, comunicativamente a niños y jóvenes no es solo un modo de hacer relevantes estas cuestiones, sino de fomentar un rol mucho más activo por su parte, reforzando sus derechos como ciudadanos y contribuyendo a articular su voz y visibilidad social y política. Algo que impacta sobre la calidad democrática de nuestras sociedades, pero que también impacta positivamente sobre la calidad de los servicios y sistemas de protección civil y sobre la propia construcción y calidad de la resiliencia colectiva que somos capaces de articular entre todos.

CUIDAR está coordinado por la Universidad de Lancaster (Reino Unido) y en él participan la  Universitat Oberta de Catalunya (UOC); Save the Children, Reino Unido (SAVE Reino Unido); Instituto de Ciências Sociais da Universidade de Lisboa (ICSUL), Save the Children Italia (SAVE Italia); Panepistimio Thessalias (UTH).