«Aniquilar el patrimonio cultural forma parte de las estrategias bélicas»

 Glòria Munilla en el Museo Egipcio de Barcelona

Glòria Munilla en el Museo Egipcio de Barcelona (foto: Laura Solanilla Demestre)

22/06/2022
Rubén Permuy
Glòria Munilla, catedrática e investigadora de los Estudios de Artes y Humanidades

 

La guerra de Ucrania tiene entre sus consecuencias la potencial destrucción de su patrimonio cultural. Glòria Munilla, catedrática e investigadora de los Estudios de Artes y Humanidades, así como directora del máster universitario del Mediterráneo Antiguo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), explica qué puede suponer un conflicto bélico para la conservación de las riquezas culturales materiales de un país.

¿Cómo puede afectar la guerra a la pérdida de patrimonio cultural de Ucrania?

Uno de los ámbitos de conocimiento más destacados en cuanto a los estudios del patrimonio es el relacionado con los conflictos, debido a las continuas acciones bélicas en cualquier territorio que destruyen la identidad de un pueblo. La relación entre patrimonio e identidad es clave para acercarnos a estas temáticas.

Una cuestión es la destrucción de patrimonio como consecuencia de un conflicto bélico y otra, muy importante, la aniquilación sistemática y planificada del patrimonio de una cultura, que viene sucediendo desde la Antigüedad.

El patrimonio es una herramienta fundamental para atacar las bases culturales e identitarias de un grupo cultural. Su aniquilamiento sistemático, consciente y perseguido forma parte de las estrategias bélicas. Por ello, Ucrania está sufriendo y sufrirá la misma situación que cualquier otro país en tiempos de conflicto bélico.

¿Qué consecuencias puede tener esta aniquilación de su patrimonio?

La destrucción contribuirá desde la perspectiva rusa al aniquilamiento del pueblo ucraniano. Si recordamos el conflicto de la guerra de los Balcanes en Bosnia, el símbolo más impactante de la barbarie fue precisamente la fotografía de la biblioteca de Sarajevo completamente destruida. Esa imagen contribuyó al acercamiento y a la concienciación de la ciudadanía sobre lo que significaba el conflicto y lo que se pretendía.

Una situación similar ocurrió con la quema pública de libros en Alemania por parte del régimen nazi en 1933, llevada a cabo por su federación de estudiantes, en la plaza de la Ópera de Berlín y en otras 21 ciudades universitarias, como punto de partida de la persecución sistemática de los escritores judíos, marxistas, pacifistas y otros autores opositores o simplemente no afines al régimen.

¿Es habitual restituir el patrimonio cultural tras una guerra?

Cabe recordar que todavía en la actualidad, y después de tres cuartos de siglo del final de la Segunda Guerra Mundial, las consecuencias del saqueo de los tesoros artísticos europeos por parte de la Alemania nazi continúan sin resolverse. Eso, pese a la ingente labor realizada, incluyendo, en el caso de Francia, la creación y difusión de fondos documentales destinados a la identificación de los propietarios legítimos de obras que forman parte de las colecciones nacionales francesas a fin de proceder a su devolución, en su caso.

¿Qué efectos históricos puede tener la destrucción de la riqueza cultural?

El más inmediato es la pérdida real de monumentos y otras evidencias patrimoniales de la identidad cultural de un pueblo, con toda la problemática que implica y lo que supone su reconstrucción o la imposibilidad de su recuperación. Por eso, después del conflicto, las instituciones se dedican sistemáticamente a buscar las soluciones idóneas para la recuperación de ese patrimonio. Además, hay una pérdida económica muy importante, dado el alto valor del patrimonio como recurso económico y cultural de la sociedad.

¿Atacar el patrimonio cultural de un país supone agredir a su identidad?

Es exactamente eso y no es casual. Por ejemplo, en el caso de Oriente Próximo, y como consecuencia del hundimiento de sus regímenes políticos, tras las guerras de Irak y Siria y después del fracaso de la Primavera Árabe en 2011, el trasfondo ideológico para las destrucciones no es únicamente la defensa del monoteísmo. Es una versión moderna de la damnatio memoriae romana —la condena y eliminación de la memoria—, un intento de borrar la existencia de una determinada estructura social y cultural en un territorio como sistema, para negar el derecho a la existencia con los elementos icónicos de su pasado. Destruir el pasado significa negar el presente y, especialmente, el futuro. Infamar los vestigios del pasado es también una herramienta sociopolítica destinada a reafirmar la posesión de un territorio mediante la desaparición de los elementos tangibles de su historia. Es una forma de desarraigo.

La relación entre patrimonio e identidad es fundamental para entenderlo, ya que de esta forma el concepto de patrimonio se evidencia en su máximo significado: la identificación de un pueblo, una cultura con su patrimonio histórico y cultural.

Pero, además, la iconoclastia incluye problemáticas diferentes. En otros casos, la destrucción de los símbolos del pasado puede simbolizar una revisión de la propia historia, entendiendo que los cambios sociales contemporáneos deben aplicarse también a la construcción del discurso narrativo del pasado. Es el caso de las estatuas confederadas de Estados Unidos, por ejemplo.

¿La aniquilación física del patrimonio cultural es también una forma de propaganda?

Efectivamente. En ese mismo contexto histórico como ejemplo, no se trata únicamente de una reafirmación ideológica, sino de la transmisión de un mensaje al mundo occidental que entiende los monumentos histórico-arqueológicos como elementos esenciales de un pasado cultural e ideológico común de la humanidad.

Por ejemplo, las destrucciones realizadas por el Estado Islámico desde 2004 no constituyen una excepción, al sumarse, entre otros, al saqueo de los museos egipcios durante las revueltas políticas entre 2011 y 2013, o la voladura de los budas de Bamiyan en 2001 por parte de los talibanes.

En esa misma línea, cualquier conflicto desarrollado en territorio europeo, como es el caso de la invasión de Ucrania, tiene las mismas características y motivaciones.

¿Hay una relación entre el comercio ilegal y la destrucción del patrimonio cultural?

El saqueo de los museos de Irak durante la invasión de 2003 propició la entrada en el circuito semiclandestino de antigüedades de materiales arqueológicos, en parte perdidos definitivamente dentro de las redes ilegales del mercado negro de obras de arte. Este saqueo fue seguido por el intento de forzar una modificación de la legislación iraquí para permitir la exportación legal del patrimonio histórico-arqueológico. Con la justificación de preservar una herencia cultural común, se actualizaron las prácticas coloniales que supusieron la exportación del patrimonio arqueológico de Mesopotamia, el Próximo Oriente y Egipto entre finales del siglo xviii y el siglo xx, a las principales colecciones de museos occidentales.

¿Cómo valora que países europeos o Estados Unidos posean piezas históricas de patrimonio cultural expoliadas de otros territorios?

La problemática es generalizada y afecta también a España. Son sustracciones resultantes de situaciones prelegislativas, en muchos casos anteriores al siglo xx, que se dieron en contextos históricos sin base legal para la preservación de ese patrimonio. Este argumento es habitual, así como la idea de que los países que albergan las piezas tenían una mejor capacidad de conservación de ese patrimonio. Cualquier argumentación de ese tipo hoy en día no es válida, por lo que se debería tratar cada caso específicamente.

¿Cuáles son los desafíos pendientes para proteger el patrimonio cultural durante las guerras?

Es importante aumentar la capacidad de respuesta inmediata y ágil de las instituciones implicadas para salvaguardar ese patrimonio. Iniciativas de la ONU y la UNESCO han demostrado ser ineficaces debido a la propia extensión de lo que significa el patrimonio histórico-arqueológico en muchos países, cuyos dirigentes llegan a considerar dicha destrucción como un problema menor dentro de las tensiones políticas, sociales y económicas que les afectan.

 

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