Hablemos de I+D

Ramon Ribera: "Los problemas de Barcelona no se resolverán sólo en la ciudad"

Entrevista al investigador líder de grupo del Laboratorio de Transformación urbana y Cambio Global

¿Cuál es tu formación académica?

Entré como muchos estudiantes en la universidad con dieciocho años sin tener muy claro lo que quería hacer o a qué me quería dedicar. Dicho de otro modo, había muchas cosas que me interesaban y no sabía cuál elegir, y terminé escogiendo estudiar ciencias económicas y empresariales en la Universitat Autònoma de Barcelona. El primer año me encontré mucho más cómodo trabajando la sociología y la historia o la introducción al pensamiento económico que las asignaturas que estaban relacionadas con la administración y dirección de empresas.

Empecé, pues, los cursos de doctorado en la Universidad de Barcelona, de desarrollo económico y de economía internacional. Eran unos cursos de doctorado —lo que ahora sería un máster— en los que al papel, por ejemplo, del Estado o de los factores extraeconómicos, como podían ser procesos históricos como el imperialismo o la globalización, se le daba mucha más importancia.

A partir de este trabajo descubrí que la geografía y los enfoques utilizados en aquellos momentos en la economía eran los que se usaban en economía en los años sesenta, y que durante los años setenta, ochenta y, especialmente, noventa había conceptos más avanzados para entender este desarrollo desigual, en los que se daba tanta importancia a los factores puramente productivos o económicos, como, de una forma mucho más compleja, a los factores geográficos, culturales, políticos o institucionales. Así fue como empecé a elaborar un proyecto de tesis sobre el desarrollo de las ciudades en un mundo globalizado, dentro de un departamento de economía política y constatando cada vez más las limitaciones de la economía para explicar estas cosas.

Tuve la suerte de ganar una beca para ir a cursar un máster de Economía, Sociedad y Espacio precisamente en la Universidad de Manchester. Allí empecé a aprender que la economía dependía no solo de factores económicos, sino también de complejidades geográficas, y aprendí nuevos enfoques que en la Facultad de Economía no se enseñaban, como el giro cultural o posmoderno, la teoría marxista o la teoría feminista, y terminé realizando una tesina sobre la reescalación del Estado, es decir, sobre ciudades como Barcelona, que es mi caso de estudio.

Fue de este modo que acabé haciendo una tesis doctoral en la que comparaba las estrategias de regeneración urbana de Barcelona y de Manchester basadas en las industrias creativas: por un lado, analizaba cómo con la reescalación las ciudades ganaban más competencias en contra del Estado, lo que sin embargo no quería decir que los estados desaparecieran, sino que existían otras formas de hacer política urbana a escala estatal y global; y por el otro lado, me focalicé en la economía creativa, es decir, en discutir, aprender e investigar cómo los factores culturales se articulaban con los procesos económicos. Terminé la tesis, la leí y la defendí, y obtuve una beca posdoctoral en la Universidad de Lancaster en un sitio que se acababa de crear, el Instituto de Estudios Avanzados, que era un centro interdisciplinario.

Cuando se me acabó la beca posdoctoral, leí un pequeño anuncio en el que ponía «UOC» y me surgió una oportunidad; en aquel tiempo conocía a gente que trabajaba en la UOC como consultora, pero no tenía mucha idea de lo que era aquella universidad. Y fue en ese momento cuando mi esposa y yo tuvimos el primer hijo y decidimos que podría ser una buena oportunidad para regresar a Barcelona. Me presenté a la plaza de profesor en los Estudios de Economía y Empresa de la UOC y la gané.

¿Cuál es tu trayectoria en la UOC?

Entro en el IN3, en el grupo de investigación que guía dentro de los Estudios, y entonces ocurre un hecho determinante: la UOC crea unas plazas de investigador residente en el IN3, me presento con un proyecto sobre el análisis de la gobernanza urbana en la sociedad del conocimiento y la economía del conocimiento, gano una de estas plazas y, partir de ese momento, comienzo a ganar más proyectos de investigación sobre el tema urbano.

Es así como empieza a formarse un grupo de investigación de transformación urbana (TURBA Lab), que lidero hasta el año 2015, cuando se decide transformar el IN3, con diez grupos de investigación. En ese momento yo tenía tres investigadores posdoctorales trabajando conmigo, además de algunos estudiantes de doctorado. Presentamos el proyecto Laboratorio de transformación urbana y global, que gana, y desde entonces estoy en el IN3 dentro de un grupo líder, trabajando con ambientólogos, geógrafos, sociólogos urbanos, politólogos, etc.

¿Qué destacarías de vuestros proyectos de investigación?

Tenemos tres grandes ramas de investigación, dentro de las cuales estructuramos nuestros proyectos: la primera rama de investigación es la economía política de la organización. Estamos en la era de las ciudades, en las que cada vez vive más población, y queremos comprobar qué representa que tengamos una población más urbana y cuáles son las consecuencias económicas y políticas de este hecho.

La segunda rama de investigación es el cambio climático y los factores medioambientales, la colisión política del urbanismo y de la transformación social. Por ejemplo, uno de los temas que está muy de moda es cómo las ciudades pueden ser más resilientes.

La tercera rama de investigación es una de las cuestiones que parecen más evidentes de los últimos procesos económicos: cómo es la economía de plataforma, con casos como el de Airbnb, o la economía colaborativa, o la robotización, o la economía que las nuevas tecnologías permitan implantar. Este tipo de economías son, por un lado, una reducción del mundo del trabajo, pero, por el otro, también conllevan nuevos modelos productivos que a veces se pueden llevar a cabo de forma colectiva.

¿Los análisis que realizáis están centrados en Barcelona?

No, aunque es una parte sustancial de ellos, porque, aparte de que estamos en Barcelona, somos un laboratorio de investigación especializado en tecnologías urbanas y modelos de innovación. Barcelona es un referente mundial, tanto para lo bueno como para lo malo, y hay muchos investigadores del resto del mundo que vienen a Barcelona a trabajar, algunos de ellos para colaborar con nosotros.

Es importante tener presente que las políticas o estrategias urbanas cuando cambian de ciudad cambian de contexto, se transforman y hay que adaptarlas. Es necesario entender el motivo por el que algunas estrategias funcionan u otras no y cuáles son los mecanismos de adaptación. Por ejemplo, durante los últimos treinta años muchas ciudades del mundo han intentado aplicar el modelo Barcelona, en el que los espacios públicos tienen una importancia muy grande. Aplicar el modelo Barcelona de una ciudad mediterránea compacta a algunas ciudades norteamericanas que son totalmente difusas o, por ejemplo, a algunas ciudades de Latinoamérica donde hay problemas de violencia o de miedo al espacio público, es un problema; en el Reino Unido, aplicar el modelo de espacio público de Barcelona genera también problemas, porque los ayuntamientos no tienen financiación para mantener este espacio.

¿Hay problemas locales de las grandes ciudades que deberían ser asumidos por otras administraciones mayores?

Depende de cuáles y cómo. Por ejemplo, tenemos el tema de la vivienda, que todo el mundo entiende que es urbano, que es local, y no lo es en absoluto o lo es parcialmente. Es evidente que en Barcelona, en Cataluña y en España en general, menos en el País Vasco, tenemos un problema grave con la vivienda, que en parte no es un problema de ahora, sino que viene de varios años atrás. Si en el resto de Europa las grandes ciudades tienen un 25 % de promedio de viviendas sociales con precios asequibles, en una ciudad como Barcelona este promedio es del 2 %. Es una cifra ridícula y eso no se arregla de un día para otro.

Dos terceras partes de los pisos o viviendas de Barcelona se compran sin hipoteca. Es decir, quien compra el piso no es un señor que lo necesita para vivir, y que normalmente tiene que contraer una hipoteca, sino que es un inversor. En abril salía el dato de que casi el 40 % de los barceloneses viven de alquiler y tienen menos de cuarenta años, y cuentan con una titulación universitaria, pero probablemente cobran menos de 1.000 euros. Pues tenemos un problema.

¿Muchos de los problemas que comentas son, pues, de carácter estatal?

La cuestión de Barcelona no la resolveremos solo en la ciudad, porque, por un lado, es un problema en el ámbito metropolitano o catalán: cómo distribuyes la gente o la actividad económica y las infraestructuras para tener una región sostenible; pero por el otro lado, además, es también un problema a escala estatal, de aprender a hacer políticas de vivienda o económicas.

Otro tema como la polución, por ejemplo, no tiene fronteras: no puedes poner una limitación administrativa a ese problema. Barcelona es una ciudad muy compacta. Se puede circular en ella en bicicleta o en transporte público, pero hay mucha gente que vive fuera de la ciudad que viene a trabajar a Barcelona y viceversa. Tenemos una zona metropolitana con una ciudad muy compacta, que va perdiendo densidad a medida que nos vamos alejando del centro. Contamos con un sistema de transporte más enfocado hacia el coche que hacia otros medios más sostenibles. Los precios de los alquileres de los lugares de la zona metropolitana que están cerca de una parada de metro o de tren son más caros que los de los sitios que quedan lejos de ella, tenemos muchos polígonos industriales mal conectados, no sé si por baja densidad o porque no disponemos de un sistema de autobuses rápidos como deberíamos tener, etc.

Para entender un problema, pues, hay que mirarlo desde todas las dimensiones o todos los espacios en los que se genera. Es por eso que decimos transformación urbana y cambio global.

¿Hay problemas de nuestras ciudades que ya tienen soluciones prácticas que se aplican en otros lugares?

A veces estamos muy obsesionados en la innovación continua y permanente, y la solución no es innovar tanto, sino observar las ciudades y ver que hay aspectos que en otros lugares funcionan bien. El problema no es tanto la innovación como la adaptación, es decir, es muy importante estudiar cómo se puede adaptar y cómo se puede hacer funcionar en una ciudad algo que ya funciona en otra, porque a veces unas medidas que funcionan en un lugar no funcionan en otro. Por ejemplo, intentar aplicar el concepto de espacio público en un lugar donde no hay aceras, donde no existe cultura del espacio público y donde todo el mundo vive lejos respecto al otro y utiliza siempre el coche, es muy difícil.

¿Es posible transformar el turismo, ahora considerado un problema, en un activo?

El turismo es una parte importante de las ciudades globales, especialmente en lugares como Barcelona. El turismo tiene esta paradoja: se le considera un problema pero es uno de los principales motores económicos de la ciudad, se trate de turismo de fin de semana, familiar, de congresos, etc., y genera mucho empleo y mucha riqueza.

Otra cuestión que nos podríamos plantear es cómo se distribuyen esta riqueza y esta ocupación.

El turismo es una actividad muy arraigada en el territorio, que tiene un gran impacto y algunos impactos negativos. A veces, la presión de los afectados también puede hacer que la situación mejore. Por ejemplo, en Ámsterdam, ya se ha propuesto cortar el acceso de los turistas al centro de la ciudad, porque los niveles de densidad son ya imposibles de sostener. Se trata de encontrar un equilibrio, como por ejemplo esponjar el turismo. Si tienes partes del Eixample donde hay más camas de hotel que ciudadanos y una de las características que vende el sector turístico de Barcelona es la vida de la ciudad, de los barrios, y eso ya no existe, entonces tienes un parque temático. Si esto no se para, al final hará que desaparezca todo aquel activo que hace diferente y tan encantador venir a Barcelona, y la gente se cansará y se irá a Valencia o a otras ciudades. Así pues, hay que ir con mucho cuidado, porque a la larga puede desaparecer la atracción de la ciudad.

¿La tendencia no apunta cuándo mejorará la situación?

Debo reconocer que vamos de mal en peor, pero también hay que ser optimista, a pesar de que los problemas no se solucionarán de un día para otro. Existen nuevos modelos productivos, nuevas formas como la economía colaborativa —quizás no la de Airbnb, pero sí algunos modelos como los que propone la P2P Foundation— o modelos de innovación social que son interesantes.

Pienso que también estamos avanzando y que existe mucha gente trabajando en el mundo para hacer modelos diferentes de ciudades, modelos diferentes de economía y modelos diferentes de política, y que todo esto dará sus frutos. Hay que tener paciencia y perseverancia.

¿Nos recomiendas algún libro sobre la transformación urbana y los retos sociales que tenemos?

Recomiendo ver las cinco temporadas de la serie de televisión The Wire, sobre ciudades americanas, especialmente a partir de la segunda temporada, en torno al modelo productivo. Para ser optimistas, un libro que recomiendo es Ciudades rebeldes de David Harvey.